Moisés entró en la nube y comenzó a subir a la montaña del Sinaí. No vería seres humanos durante cuarenta días y cuarenta noches. Las primeras palabras que Yahvé le dirigió se referían a una «ofrenda» –o «primicias», «primitias», según la Vulgata– que pediría a quienes estuviesen dispuestos a entregarla espontáneamente: «Oro, plata y bronce, tejidos morados, púrpura y carmesí, lino fino y pelo de cabra, pieles de carnero teñidas de rojo, pieles de delfín y madera de acacia, aceite para las lámparas, bálsamos para el aceite de la unción y para el incienso aromático, lapislázuli y otras piedras para el manto y para el pectoral». Una lista suntuosa y de materias dispares, reunidas con una finalidad no inmediatamente clara.