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Roberto Calasso

El libro de todos los libros

  • Zakarias Zafraцитирует2 часа назад
    ejercicio –Yahvé se lo hizo comprender a Israel– «para humillarte, para ponerte a prueba, para saber lo que tienes en el corazón». Si sobrevivían a esos años –y, sobre todo, si no se atribuían el feliz resultado de la empresa a sí mismos en vez de a Yahvé, ya que «él es quien te da la fuerza para procurarte la riqueza»–, todas las promesas de multiplicación de los seres y de la felicidad se cumplirían. En cambio, si llegaban al punto de «ir en busca de otros dioses», Yahvé tomaría medidas de inmediato: «Él os dispersará entre los pueblos y pocos de vosotros permaneceréis en las naciones adonde Yahvé os guiará». Fue el primer anuncio de la diáspora.
  • Zakarias Zafraцитирует8 часов назад
    fin quedaba claro el motivo de la famosa fiesta «a tres días de marcha por el desierto», que había contrariado al faraón por la obstinación sin sentido de la petición y había terminado por desatar las plagas. Lo importante no era la fiesta, sino el desierto. Tenía que ser una primera prueba de separación de todo, un ejercicio de abolición de toda naturaleza proliferante, de olvido de las inmensas aguas del Nilo y, sobre todo, de aquellos animales venerados y presentes en cualquier rincón de Egipto.
  • Zakarias Zafraцитирует8 часов назад
    Con ambas manos apoyadas en la cabeza del chivo de de Azazel, expresaría con palabras «todas las culpas de los hijos de Israel», que él conocía bien. Evidentemente había algo que la sangre de ningún animal sacrificado podría curar. Se necesitaba el poder desnudo de la palabra. Pero pronunciada tocando la cabeza de un animal. Y ese animal debía luego ser abandonado en el desierto, como las palabras de la confesión, que debían ser pronunciadas y arrojadas a una «tierra árida».
  • Zakarias Zafraцитирует8 часов назад
    Moisés hizo matar a todos los que habían participado en la abominable fiesta. ¿Y los otros, los que no se rebelaron? Moisés los castigó con un requerimiento sutil y cruel: tuvieron que renunciar a todas sus joyas, los últimos y queridos restos de Egipto que no habían sido usados para el becerro de oro. Serían el primer pueblo sin adornos: «Y los hijos de Israel se deshicieron de sus ornamentos desde que partieron del monte Horeb».
    Lo entregado fue tan abundante que un grupo de sabios se acercó a Moisés y le dijo: «Estos exageran al entregar más de lo requerido para la obra que Yahvé ha mandado realizar». Moisés entonces proclamó que se interrumpía la recogida y «la gente se abstuvo de entregar más. El material era suficiente para todo el trabajo por hacer; de hecho, era demasiado».
    Despojados de sus posesiones más preciadas, los hijos de Israel podían reanudar su viaje. Pero primero debían erigir la Tienda del Encuentro siguiendo todas y cada una de las numerosas prescripciones de Yahvé. Cuando terminaron la empresa, Moisés los bendijo.
  • Zakarias Zafraцитирует8 часов назад
    En esos cuarenta días, Moisés se atrevió a invitar a Yahvé a que recordase a «sus siervos Abraham, Isaac y Jacob», aquellos patriarcas remotos que vivieron más de cuatro siglos antes y a los que ahora nombraba parientes cercanos, al tiempo que insinuaba la duda más corrosiva: «Por miedo a que los del país de donde nos has sacado digan: “Ha sucedido porque Yahvé no pudo llevarlos al país que le había prometido”». Habría sido admitir la impotencia con respecto a Egipto, el primer enemigo. Y esto jamás lo concedería Yahvé.
  • Zakarias Zafraцитирует8 часов назад
    Cuando Yahvé dijo las «diez palabras» –los mandamientos–, estaba en la montaña «en medio del fuego, de la nube y de la niebla», para que no se tuviese una imagen nítida de él. Habló «en voz alta y no añadió nada». Mientras que, para los preceptos secundarios, Yahvé era pródigo en especificaciones y comentarios, a las diez palabras «no añadió nada». La naturaleza de esas palabras era diferente. Se trataba de axiomas. Todos los preceptos tenían que descender de ahí y a esas diez palabras tenían que remontarse. Pero las diez palabras en sí mismas no había que justificarlas. Solo había que aceptarlas. Igual que, a cada instante, había que aceptar el mundo. Pronunciar esas palabras equivalía a volverlas operativas. Entonces, dijo Moisés, Yahvé «las escribió en tablas de piedra y me las dio». Así sería una parte del mundo.
  • Zakarias Zafraцитирует8 часов назад
    dijeron a Aarón: «Danos dioses que caminen delante de nosotros». Aarón pidió entonces que le entregaran los aretes de oro que todos llevaban, hombres, mujeres y niños. Los fundió y moldeó un animal de oro, un becerro, semejante a tantos que se veían en Egipto. Luego construyó un altar y dijo: «¡Mañana es fiesta para Yahvé!»
  • Zakarias Zafraцитирует9 часов назад
    Moisés entró en la nube y comenzó a subir a la montaña del Sinaí. No vería seres humanos durante cuarenta días y cuarenta noches. Las primeras palabras que Yahvé le dirigió se referían a una «ofrenda» –o «primicias», «primitias», según la Vulgata– que pediría a quienes estuviesen dispuestos a entregarla espontáneamente: «Oro, plata y bronce, tejidos morados, púrpura y carmesí, lino fino y pelo de cabra, pieles de carnero teñidas de rojo, pieles de delfín y madera de acacia, aceite para las lámparas, bálsamos para el aceite de la unción y para el incienso aromático, lapislázuli y otras piedras para el manto y para el pectoral». Una lista suntuosa y de materias dispares, reunidas con una finalidad no inmediatamente clara.
  • Zakarias Zafraцитирует9 часов назад
    todos los profetas son iguales, dijo Yahvé. Con algunos «me doy a conocer en una visión, les hablo en sueños». Pero con Moisés es diferente, continuó Yahvé: «Él es el hombre de confianza de toda mi casa. Le hablo
  • Zakarias Zafraцитирует9 часов назад
    Sin demasiado esfuerzo, los antisemitas pudieron encontrar en la descripción de Amalec los rasgos esenciales de su enemigo, que esta vez serían los propios judíos. Todos los rasgos de Amalec –el parentesco con sus enemigos, el nomadismo, el ataque insidioso desde los puntos de menor resistencia, el rechazo a la confrontación bélica frontal, la persistencia en el tiempo (Hamán es descendiente de Agag)– son aplicables a los judíos en los términos descritos por los antisemitas. La matriz de los argumentos contra los judíos se encontraba en lo que la Biblia había dicho de Amalec.
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