El propósito de Silvia es que el almuerzo de presentación de Antonio, su nueva pareja, a su hija adolescente Maria, sea un encuentro distendido y cálido, como un domingo cualquiera. Están en Roma y el pasado yace arrumbado en la distancia, una ocasión perfecta para sellar definitivamente algunas heridas. Pero todo se tuerce cuando Maria empieza a coquetear sin disimulo con Antonio, hecho que deja atónita a Silvia y la lleva a revivir aquel terrible trance de su estancia en Rabat que destruyó sus ilusiones y culminó con la misteriosa muerte de Giorgio, su marido.
Lo había conocido con dieciséis años. Ella era una joven insegura y él un hombre adulto con una sólida carrera diplomática, alguien a quien encomendarse y en quien confiar sus secretos. Una vez en Marruecos, la plácida existencia de la familia se verá alterada por el extraño comportamiento de Maria. Con nueve años, la niña padece noches de insomnio, tiene problemas en la escuela, donde ha intentado tocar a la maestra y a sus compañeros en sus partes más íntimas, y manifiesta una feroz oposición a su madre, en un clima de tensión creciente que acabará dinamitando la unidad familiar. Y ahora, fruto del áspero cruce de acusaciones y reproches, aparecen sin velos los rasgos más turbios de madre e hija. ¿Y si Maria no fuera la niña inocente a quien todo el mundo compadece? ¿Y si la pusilanimidad de Silvia no escondiera una perversa tendencia a hacer daño a su pesar?
Gracias a un excelente dominio de los recursos narrativos, sobre todo su habilidad con el contrapunto, y a la potencia de algunas escenas, Anna Giurickovic indaga con determinación entre los resquicios más impenetrables de la naturaleza humana. Los papeles de víctima y verdugo, con sus claroscuros y sus ambigüedades, se confunden en esta novela que golpea y aviva la conciencia, indicio inequívoco del mejor arte de narrar.