La muerte le crecía como una idea parecida a la del horizonte largo, desértico. Un gran espacio negro y cúbico, algo que no alcanzaban a dimensionar sus ojos. No entendía cómo podía caber el dolor dentro de su cuerpo. Era como si, para acoger el sufrimiento, su cuerpo se hubiera vuelto de la piel para afuera. Sentía que todo él se había invertido, que llevaba expuestas las vísceras. Que su cuerpo y su dolor lo abarcaban todo