Imagino lo que escribirá mañana en su diario.
—¿En mi diario?
—Sí, sé exactamente lo que dirá: «Viernes: estuve en un salón de baile, vistiendo mi traje de muselina azul y zapatos negros; provoqué bastante admiración, pero me importunó un hombre extraño, que insistió en bailar conmigo y en molestarme con sus tonterías».
—¡Pero como voy a escribir algo así!
—¿Me permite que le diga qué debería escribir?
—Si lo desea…
—Pues esto: «Bailé con un joven muy agradable, que me ha presentado el señor King. Sostuve con él una larga conversación. Era un hombre de extraordinario talento. Me encantaría conocerlo más a fondo». Eso, señorita, es lo que quisiera que escribiera usted.
—Podría ocurrir, sin embargo, no escribo un diario.