Enoch Soames es un poeta decadentista tan mediocre como pedante, autor de tres obras que, muy a su pesar, no le han procurado fama ni prestigio alguno. Convencido de ser un escritor de talento injustamente ignorado, sueña con el reconocimiento que, quizá, reciba de manera póstuma. Un día, mientras cena en el Soho londinense con Beerbohm, el involuntario testigo de sus desgracias, un personaje con pinta de pendenciero que afirma ser el diablo le ofrece la oportunidad de viajar al futuro para comprobar qué le depara la posteridad.
Publicado originalmente en 1916 en The Century Magazine, este relato fue incluido más tarde en la recopilación Seven Men (1919), así como en la mítica Antología de la literatura fantástica (1940) de Borges, Casares y Ocampo. A medio camino entre la sátira, el naturalismo y la fantasía, Enoch Soames es una extraordinaria pieza de la literatura humorística tan ingeniosa como imperecedera.
Enoch Soames destaca y pervive como la obra maestra que es porque es el relato perfecto. Denso como una novela pero reducido a lo esencial en su extensión de cuento, un ritmo preciso y oportuno, unos retratos de personajes hechos con tal mano que surgen de la página, el truco de incluirse a sí mismo como narrador (y pieza clave de la historia) a la vez que se caricaturiza, unas incursiones en la ciencia ficción y el fantástico tan económicas y necesarias que se hacen totalmente plausibles, una atmósfera fijada y que transmite todo su poder a la lectura, todo.
Lluís Salvador, Lecturas Errantes
Si tuviera que elegir los quince mejores cuentos que he leído en toda mi vida, Enoch Soames estaría entre ellos, y no en último lugar.
Tijeretazos