aquel prodigioso y jamás repetido acto de prestidigitación de los primeros cristianos, que en el circo del acoso leonino, babeante, obsceno, sin más bártulo que su desnudez esclavizada, burlaron la rapiña materialista, devaluaron el imperialismo ante la mirada iracunda de los Césares, canjeando –sin pases, sin milagros– la posesión finita por la desposesión infinita, el sibaritismo tangible por el intangible, el exceso real por el ideal, precipitando así la bancarrota, el crack en la bolsa de valores de la era de piscis, que…