Ikigai

Para mi sobrino preferido siempre estoy despierto.

—Las cosas buenas que uno hace no compensan las malas, ¿sabés? Pero ayudan a no perderse. Ser fiel es la única forma de ganarle a la culpa.

Sin saber por qué, pensé que, si yo podía nombrar el olvido con la misma naturalidad con la que lo hacía él, íbamos a poder vincularnos. No se trataba de negarlo, ni de pensar que iba a desparecer, ni de creer que no dolía; pero si los dos sabíamos que la lucha estaba perdida, ¿no era lo más inteligente asumir la derrota y empezar a disfrutar de nuestro fracaso?

Son recuerdos, Bruno. Y los recuerdos a veces duelen, ¿sabés? Duelen y dan vergüenza. Por ahí ahora no lo entendés, pero…

Nadie puede decirte que estás viejo, Bruno: te das cuenta solito,

A nadie le gusta darse cuenta de que se está derritiendo.

Hay distancias que a veces se hacen demasiado largas; llega un momento en el que no hay tiempo, o ganas, de desandarlas.

Ahora, al recordarlo, me doy cuenta de que, cuando uno llega a cierta edad, no recibe un diagnóstico, sino una condena

Me acerqué a mi abuelo, pasé mi brazo por su hombro, así, uno junto al otro, sin mirarnos, perdidos los dos en esa luz lejana, tan unidos en la soledad de nuestro encuentro.

Tan juntos.

Porque cuando ya no sepa quién sos, vos tenés que mirar en lo profundo, Bruno. Y ahí vas a ver que, aunque mi cuerpo y mi mente ya no te recuerden, mi espíritu siempre va a saber quién sos. Siempre, Bruno. Siempre.