Muertes pequeñas

Y por fin a todos los directivos y jefes terribles que he tenido: gracias por hacer que mi trabajo diario fuera tan horrible que me llevara a salir corriendo hacia el mundo de Ruth todas las noches y todos los fines de semana. Habéis hecho de mí una persona decidida.

Preciosa. Mágica. Y tan triste.

«Sí —quiere decir—. Soy culpable. No los protegí. No lo detuve. No reconocí el monstruo que era. Lo admito. Soy culpable.»

Ha fantaseado despierta con pastillas y vodka en una habitación barata de un motel. Ha fantaseado con todo y con nada.

No sabían nada de la culpa. No eran madres.

Su forma de vestir y la imagen que quiere dar no son en ningún caso las de una madre afligida. Ella es la viva imagen del escándalo.

tiene tiempo para las desgracias de los demás.

«Son mis hijos. Yo soy su madre»

«Yo nunca quise lo mismo que tú; eso de casarme y tener hijos y tal. Yo solo quería ser especial».

Como que los hombres no quieren casarse conmigo o tener hijos conmigo. Sí quieren beber o pasar un buen rato, pero no soy el tipo de mujer con la que se casan. Se divierten en mi compañía y luego vuelven con sus esposas. O me dejan por otra más joven o más delgada.