Durante siglos, los filósofos han estado divididos acerca de la naturaleza del lenguaje. Los de tradición empirista afirman que el lenguaje es una herramienta desarrollada por los seres humanos para codificar y comunicar información.
Pero esta visión, afirma Taylor, descuida el papel crucial que desempeña el lenguaje en la formación del mismo pensamiento: este no se limita a describir; constituye un significado y conforma la experiencia humana de manera definitiva. La capacidad lingüística humana no es algo que poseemos de modo innato. Primero aprendemos el lenguaje de los demás, y luego, inducidos a conversar, emerge nuestro ser individual. El lenguaje es intelectual, pero también queda representado en retratos, gestos, tonos de voz, metáforas… No reconoce fronteras entre mente y cuerpo. Al mostrar la plena capacidad de ese “animal de lenguaje”, Taylor arroja luz sobre qué es, en definitiva, el ser humano.