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Juan Vicente Melo

La obediencia nocturna

  • Jimenaцитирует5 дней назад
    dejando atrás mi infancia, un tiempo, una ciudad, un rostro que ya nunca serán míos. Eso lo sé ahora, apenas. Aquel día todo consistió en subirme en un autobús y no darme cuenta que había roto con algo que no puede durar toda la vida.
  • Jimenaцитирует5 дней назад
    Me asustan los principios porque uno no sabe dónde y cuándo empieza algo que va a pasar, que exige un final. Me asustan desde el día que comprendí que es mejor no hablar porque el hacerlo trae consecuencias, las más de las veces desagradables.
  • Jimenaцитирует5 дней назад
    Este desaparecer de pronto y para siempre es solo el principio de esta historia.
  • Jimenaцитирует5 дней назад
    Esa tarde me estuve repitiendo que la tragedia consiste precisamente en eso: desaparecer. Hoy, esta tarde, me digo, trato de convencerme, que lo único importante es que los demás acaban por olvidarse de uno y que el resto no vale la pena.
  • Jimenaцитирует5 дней назад
    yo miraba el reloj y me parecía imposible que yo viviera en las seis de la tarde.
  • Jimenaцитирует5 дней назад
    Está la realidad y uno tiene obligación de calificar lo que ha dicho o lo que ha hecho. Obligación de aceptar, de asumir, de no engañarse. Lo que importa son las sorpresas que uno se lleva, después.
  • Jimenaцитирует5 дней назад
    Tal vez tenga una nueva oportunidad para pensar en ella, recordar su rostro, inventar sus labios. Y a fuerza de mirarla, de repetir el deseo de tenerla entre mis brazos, acabaré –estoy seguro– por estar con ella, por obligarla a dejar el sitio en que ahora se encuentra y a venir aquí, hasta mi cuarto, hasta mi cama donde la espero inmóvil, como si yo también estuviera muerto.
  • Jimenaцитирует5 дней назад
    Da lo mismo. Tarde o temprano, tú o yo, igual para todos. De pronto, un día cualquiera, uno se da cuenta que no se puede vivir. Uno está acostumbrado a no hacer nada, a no esperar nada, a sentirse –simplemente– cansado y decide quedarse muerto en el sofá. Te lloran un momento y se acabó el asunto. A lo mejor duele, pero ya está. Un dolor terriblemente agradable, tal vez. Y ya está. Invariablemente, se acaba por olvidar. Y es lo único que vale la pena.
  • Jimenaцитирует5 дней назад
    Simplemente, siento una gran tristeza y vuelvo a repetirme que Beatriz está muerta, que nunca voy a conocerla, que no soy responsable de lo que ha sucedido pero que, acaso (uno nunca sabe, al menos yo), si hubiera elegido, si hubiera comprendido que se trataba de elegir –a pesar de que todo estaba escrito de antemano y que yo era el ojo destinado para que la mirara siempre a fin de que jamás muriera, que yo era el oído y el tacto que inventaran continuamente su voz y la suavidad de su piel, que yo era el insomnio que alargara indefinidamente su soñarla, el gusto por la paciente espera, el acecho– ella, Beatriz, la que no da lo mismo que se haya muerto porque es la única Beatriz y no las otras, estaría ahora sonriendo como nunca la vi, caminando y bailando como nunca caminó o bailó a mi lado, vestida con un traje que pudo haberme gustado.
  • Jimenaцитирует5 дней назад
    Eso dije: da lo mismo, ya no importa. Pero uno dice, a veces, esta clase de cosas. Y las dice porque sí, porque se le ocurren de pronto, porque se está cansado, porque se está aburrido, porque se está contaminando de una cierta vergüenza. Y lo que sucede es que no da lo mismo. Y lo que sucede es que Beatriz se fue, que todos se van, que yo tampoco voy a quedarme. Me da miedo, me duelen los labios, veo la calle y las gentes, trato –eso me digo ahora, después de encontrar en calle y gentes una compensación (¿a qué?)– de encontrar un sentido (sí, eso es más justo) a la calle y a las gentes.
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