Aquí, en el Hôtel Dieu, es donde culminan las vidas de los hombres y las mujeres. Ya no en los lechos familiares, en los campos de batalla, en los callejones, en las tabernas. Es aquí, en medio de llantos, donde se deshacen en una triste mezcla de humores, de vómitos, lágrimas y heces. Entran quejándose, afiebrados, sobre las camillas, y casi todos salen en féretros al cementerio. Soy una madre para ellos.