Yo buscaré en el pecho de cada una
la piedad que los hombres expulsan de los suyos.
Miraos en mí. Sentid vuestros músculos débiles,
vuestras rodillas trémulas.
Mirad mi corazón, pequeño como el vuestro,
contento como un pájaro con su grano de alpiste,
latiendo ahora apenas en el puño del pánico.
Soy igual que vosotras. Sólo me aparta un signo
arbitrario y terrible como el de una leprosa.