Yo he rescatado vuestra esclavitud
al precio de mis lágrimas.
Yo he restaurado hoy el equilibrio
de la balanza.
Yo me reconocí, más allá de mi dicha,
heredera de la mitad oscura
del mundo, confinada
en la mitad sombría de la casa.
Cuando yo alcé mi mano para el castigo, alcé
todas las manos vuestras.
Y al libertar mi grito libertaba
el grito sofocado en mártires gargantas.
Vosotras, lavadoras del pañal,
sumisas en el lecho,
víctimas inmoladas en un ara nefanda,
sabedlo: