Narciso y Goldmundo es una novela en la que el Nobel autor resalta las cualidades de los complemenatrios opuestos, por vía de la oposición y luego confluencia de los dos personajes que dan nombre a la obra que data de 1930. Narciso representa la parte lógica, el erudito científico mientras que Goldmundo encarna el espíritu artístico llamado a sentir el mundo en una escala mayor, lleno de dicha y dolor. Se trata de una novela de “conciliación” de antagonismos. Los dos personajes protagónicos de la misma, Narciso y Goldmundo, siguen, cada uno, sus propios caminos, atraviesan -el uno y el otro— innumerables desventuras y descubrimientos. Sus puntos de vista respectivos sobre el mundo, sus cosmovisiones, bosquejan en el inicio trayectorias marcadamente divergentes, para reencontrarse. Hesse buscará conjugar a su manera sin quebantarlo, un dualismo manifiesto entre espíritu y materia, entre espiritualidad y animalidad, o entre la vocación y la mirada de las ciencias y la de las artes. El núcleo de pensamiento fundamental se halla en los dos últimos capítulos del libro. Allí, Hesse desarrolla, con las palabras de Narciso, sus ideas rectoras, al concluir el desarrollo de los hechos concretos. El contraste entre naturaleza y espíritu es el corazón de la novela, en lo que concierne a la persecución y hallazgo de la verdad. Tanto Narciso, que representa el espíritu, como Goldmundo que simboliza la naturaleza, se han de sentir insatisfechos de sus respectivas búsquedas. Sus caminos son parciales, y no representan la totalidad humana. De esta manera Goldmundo se verá alejado de la espiritualidad y de la fe en Dios, en tanto que Narciso, inmerso en ambas, se verá desprovisto del conocimiento de la vida sensorial. Por último, algo de paz encontrarán al sentir que la bifurcación se ha debido a la aceptación de la personal idiosincrasia, del sí mismo esencial.