—Podríamos hablar de otra cosa, ¿no?
—Dos personas que se aman, solas, aisladas del mundo, es algo hermoso. ¿Pero con qué alimentarían sus conversaciones? Por muy miserable que sea el mundo, lo necesitan para poder hablarse.
—Podrían callarse.
—¿Como esos dos de la mesa de al lado? —rió Jean-Marc—. Oh, no, ningún amor sobrevive al mutismo.