El diseño no tiene por qué ser complicado, por eso esta guía de diseño centrado en el ser humano muestra que la usabilidad es tan importante como la estética.
Incluso los más inteligentes pueden sentirse ineptos al no saber qué interruptor de la luz o del horno hay que encender, o si hay que empujar, tirar o deslizar una puerta. La culpa, argumenta este ingenioso -incluso liberador— libro, no la tenemos nosotros, sino el diseño de productos que ignora las necesidades de los usuarios y los principios de la psicología cognitiva. Los problemas van desde los controles ambiguos y ocultos hasta las relaciones arbitrarias entre controles y funciones, pasando por la falta de retroalimentación u otro tipo de ayuda y las exigencias irrazonables de memorización.