por tanto, sus argumentos de dominio, mirándolas y dejándose mirar, ofreciendo lo sano de sus vidas aún sin malear, con el vaso de algún brebaje en la mano, igual que si en lugar de sostenerlo fuese él quien los sostuviera a ellos. Y en suma, todas y todos bailando, bailando sin parar, porque para eso se suponía que estaban allí