Las barricadas invaden los sueños de los reyes.
Los filamentos de sus almas se han asustado,
corren a esconderse en agujeros estrechos.
Todos aguardan un destino desastroso,
donde cuanto aman quedará desterrado en la oscuridad.
Todos los que reptan y se esconden, los merodeadores,
lobos, tigres, murciélagos y búhos, presienten el desastre.
Y, sin embargo, siguen reconociendo tu generosidad,
a tu paso levantan unos ojos húmedos de adoración.
Ninguno apostata.
Ni van a menos
las bendiciones:
aunque tu reino haya sido brutalmente desgarrado,
y tu estúpido cráneo ya conozca el dolor de que lo esquilen.
¡Oh!, a tus leales hijos,
¿no les impartirás justicia ni una justa recompensa?
¿No hay recursos nuevos,
alguna fuerza desconocida,
que nos permita salvarnos de este horrible enemigo?
¡Ven a salvarnos con un ejército de hunos!
Desata al godo y envía al vándalo.
¡Despliega tu poder aunque sea menguante!
¡Retoma esta lucha desesperada!
Los tiranos todavía pueden reconstruir sus abanicos podridos.