El año es 1204; el lugar, Eslovenia. William, un caballero inglés, ha de emprender un viaje para buscar al poeta Wolfram de Eschenbach y llevarlo al castillo de su señor; mientras, soldados de lenguas viperinas envenenan la cabeza del amo del castillo con infames calumnias contra el extranjero, su comandante. Durante esta travesía, su pasado secreto, su preocupación por la vejez, la melancolía por la patria y los planes para sí y su familia transitan por la mente del soldado y se entreveran con sus reflexiones sobre la vida, la religión y dios. Lo que se llevó el río, lo que se llevó el humo nos entrega una historia con un trasfondo de lo más interesante: asistimos a una manera diferente de pensar a dios, al latente conflicto entre el imperialismo religioso y las tradiciones locales, las masacres de minorías y el consentimiento general, la ignorancia difundida y la penosa situación de los libros y la cultura, pero también las vanidades y las alegrías propias de todas las épocas, que solo cambian en su realización con el tiempo. Es decir, Jani Virk utiliza una narración que saca lo mejor de los paisajes eslavos y la luz de una época que lo tenía todo para ser oscura.