Al impío los guardianes del infierno lo conducen ante el trono del rey Yama; éste le pregunta si nunca vio, durante su permanencia en la Tierra, a los cinco mensajeros que envían los dioses para prevenir al hombre; las cinco personificaciones de la debilidad y del dolor humano: el niño, el viejo, el enfermo, el criminal que expía su pena, el muerto. Por cierto los ha visto. El rey le dice: “Y cuando llegaste a la edad madura no pensaste, oh hombre, en ti mismo; no te dijiste: yo también padezco el nacimiento, la vejez, la muerte. Quiero hacer el bien por el pensamiento, por las palabras, por los actos.”