La sabiduría del jardinero

Teníamos que ahumar, pulverizar, quemar, deshierbar, tratar de todos los modos posibles la naturaleza rebelde, caóticamente imaginativa

amateurs (de amare, amar)

En el jardín de mi infancia, había que cumplir las reglas: seguir sin discusión las instrucciones comerciales. Teníamos que ahumar, pulverizar, quemar, deshierbar, tratar de todos los modos posibles la naturaleza rebelde, caóticamente imaginativa.

Lo que interesa a los visitantes no es tanto la vida, sino aquello que la pone en peligro

Compartir las desgracias reúne a los humanos en un frente solidario ante la naturaleza

El jardinero, convencido de su derecho a la erradicación, bucea en una paranoia activamente mantenida por los vendedores de venenos

La tradición excluye del territorio ajardinado a todas las especies animales y vegetales vivas que eluden el dominio del jardinero. Los seres vagabundos no tienen lugar en él

De los habitantes naturales no se dice nada. Los libros los omiten obstinadamente y no mencionan los topos de Babilonia, los escarabajos de Villandry, las libélulas de Versalles, las culebras de la Alhambra

Los libros sobre jardines no hablan de los animales en libertad, salvo para explicar cómo luchar contra ellos