La fábrica de zepelines
necesitaba obreros, cierto…,
pero, de pie en la jaula
del vientre de la ballena, chispas
en las articulaciones
y un ruido como de truenos,
Thomas quería sentarse
y ponerse a llorar, así no más.
Esa primavera se bautizó
a la tercera nave aérea en tamaño
una broma enorme para
la ciudad aunque todos
fueron al bautismo.
Llegó el viento,
“El Akron” flotó
fuera de control,
tres hombres arrastrados—
uno cayó y
se salvó, uno
siguió colgado pero el tercero,
una falla en los músculos y la
adrenalina, cayó
arañando el aire,
doscientos metros hacia abajo.