– Todavía te reprochas por el suicidio de tu esposo, ¿verdad? Y has inventado todo este enredo para quitarle a la muerte su carácter definitivo.
– Puedes creer lo que quieras. Mi vida, desde que él me abandonó en este universo, ha consistido en preguntarme por qué ha muerto… -La piel grisácea que rodeaba sus debilitados ojos se coloreó grotescamente-. Es una vida triste, pero la he aceptado. No evado mis responsabilidades, al menos no en este universo.