La Tijuana de Néstor Robles se finca en una tierra de violencia, música y lo sobrenatural. A lo largo de tres movimientos —Voraz, Crónicas de Montezul y Réquiem por Tijuana—, el lector se vuelve testigo y víctima de hombres lobo, vampiras, caníbales, autómatas, locos, seres de otra dimensión, devoradores de historias, portales secretos, asesinos por naturaleza, infecciones inexplicables, escritores frustrados… en fin: el Apocalipsis.
En este universo, la ficción se confunde con la vida: la literatura imita a una realidad terrorífica y sobrenatural: la única que parece poder explicar la violencia y la locura desenfrenadas y sin sentido de la que los habitantes de esta ciudad son víctimas y victimarios.
«Réquiem por Tijuana» es la muerte y la transformación, la transición hacia el mundo de las bestias. Y, de fondo, es la música —Dylan, Grateful Dead, Lennon, Townshend, Young— que seguirá aún después de que desaparezcamos, como una amarga balada: el eco de nuestra violenta extinción.