Estaba hablando de política con un tío que conocía y empezó a decir lo mucho que admiraba a Margaret Thatcher […]. Luego, en la misma conversación, me dijo que no tendría que haber mujeres dirigentes. Yo dije: «¿Entonces qué me dices de Thatcher?». Y me contestó: «Ella era básicamente como un hombre […] tenía un cerebro masculino». Por tanto, es obvio que, en el caso de las mujeres, el éxito no se debe al trabajo duro, sino que deben confiar en que tendrán cualidades masculinas para compensar su género.