Cuando miro una de tus desteñidas fotos de grupo
noto sin duda los rastros del tiempo:
algo que recuerda
el poder mágico en los límites del verbo
tu propio pesar que no percibes
o el fulgor del arroyo en ese atardecer de estío.
Sé que la foto es una parodia inadecuada del tiempo,
el tiempo que te arroja a un desolado matorral,
el tiempo que te arranca el alma de tu cuerpo.
Sé que es un patético intento para revivir
el episodio en otra dimensión
u otra dimensión del episodio.