Ni siquiera el hospital psiquiátrico resulta central a la hora de definir la relación de la sociedad con la locura. Una sociedad en la que se licuan las sobreimposiciones disciplinarias que constituían al individuo plasmado por la estratificación de su expediente académico, su historia laboral, su cartilla militar, sus antecedentes penales, su historial médico (que, puestos todos juntos, constituían su verdadera «identidad») y que se sintetizaban en el asalariadoempleado-educado-vacunado-libre de sus obligaciones de reemplazo: se desvanece, en definitiva, la figura (masculina) a la que llamábamos el «ciudadano» del Estado nación.