Estela no llega a los dieciséis años ni al metro sesenta ni tampoco alcanza a entender la palabrería de ese crítico de cine que se ha enamorado de ella. Él tiene ya una edad y una esposa que ha dejado de esperarlo despierta…. Pero ésta no es otra de esas historias de amor en la que un maduro intelectual queda atrapado por la belleza de una ingenua adolescente, porque Estelita tiene un plan que es de todo menos inocente. De fondo, música de bolero y una Habana ruidosa y sensual. Puro Guillermo Cabrera Infante.
El escritor cubano nos había dejado hasta ahora dos obras maestras: Tres tristes tigres y La Habana para un infante difunto. Pero era un secreto a voces que Cabrera Infante escribió durante sus últimos años una nueva novela que ampliaría su fresco de La Habana anterior a 1959, con numerosas pinceladas autobiográficas: «Según la física cuántica se puede abolir el pasado o, peor todavía, cambiarlo. No me interesa eliminar y mucho menos cambiar mi pasado. Lo que necesito es una máquina del tiempo para vivirlo de nuevo. Esa máquina es la memoria «.
La ninfa inconstante muestra a las claras todas las facetas del estilo de Cabrera Infante: los juegos de palabras que tanto fascinaban a ese infatigable explorador del lenguaje, sus referencias cinematográficas y literarias, el gusto por las expresiones del habla popular…