El problema que les hace acudir en masa a nuestras clínicas y consultorios es la frustración existencial —el vacío existencial—, un término que explicité ya en 1955. Describí este estado en publicaciones que se remontan a 1946. Así pues, nosotros, los logoterapeutas, podemos decir que nos dábamos cuenta de lo que les estaba reservado a las masas mucho antes de que se convirtiese en un fenómeno ampliamente difundido, de extensión mundial.