Hambre

Esto es lo que se enseña a la mayoría de las niñas: que tenemos que ser delgadas y pequeñas. Que no debemos ocupar espacio.

Esta es una autobiografía de mi cuerpo. Mi cuerpo se rompió. Yo me rompí. Me rompieron. No sabía cómo volver a recomponerme. Me escindí. Una parte de mí murió. Una parte de mí enmudeció y permanecería así durante muchos años.

A la gente le falta tiempo para ofrecerte estadísticas e informarte de los peligros de la obesidad, como si no solo fueras gordo, sino que, además, fueras increíblemente estúpido, inconsciente o delirante en lo referente a la realidad de tu cuerpo y de un mundo que se muestra enérgicamente hostil a ese cuerpo.

Me preocupa no poder ser feliz ni sentirme segura en ninguna parte.

Equiparar delgadez a autoestima es una poderosa mentira. Está claro que se trata de una mentira jodidamente convincente porque la industria de la pérdida de peso prospera. Las mujeres siguen tratando de doblegarse a la voluntad de la sociedad.

Vivo permanentemente aferrada a la esperanza del mañana.

Odio decepcionar a tantísimas mujeres cuando no consigo aceptar mi cuerpo en ninguna talla.

Cuando me preocupa no ser fuerte, invierto muchos esfuerzos en mostrarme invulnerable, como si estuviera hecha de piedra, una fortaleza, autosuficiente. Me preocupa tener que mantener las apariencias incluso cuando no puedo hacerlo.

Siempre me pregunto cuál es el verdadero aspecto de la curación (del cuerpo, del espíritu). Me atrae la idea de que la mente, el alma, pueden curarse con tanta eficacia como los huesos, de que si se los configura correctamente durante un periodo de tiempo determinado, recobrarán su fuerza original. Pero la curación no es tan simple. Nunca lo es.

Equiparar delgadez a autoestima es una poderosa mentira