Grandeza y decadencia de César Biroteau, perfumista (1837) es una de las novelas más emblemáticas de La comedia humana. En ella quiso Balzac elevar a rango de héroe novelesco al propietario de una perfumería, al que los honores que recibe tras una vida de «probidad comercial» empujan al deseo de hacerse «un lugar en la sociedad elegante» y de aumentar su fortuna mediante una operación de «comercio abstracto», es decir, una de las que permiten llevarse «lo más sustancioso de las ganancias antes de que haya ganancias». Se embarca, en fin, en una especulación de terrenos… sin percatarse de que detrás de ella acecha la venganza de un antiguo empleado suyo, ahora banquero y arribista sin escrúpulos. «Ojalá esta historia –dice su narrador— sea el poema de las vicisitudes burguesas de las que ninguna voz se acordó, porque parecían totalmente desprovistas de grandeza, mientras que, por eso mismo, son desmedidas».
Balzac decía que César Birotteau era «la cara de una medalla que circulará por todas las categorías sociales. La cruz es La Casa Nucingen. Son historias que nacieron gemelas». En este volumen se incluye, pues, también La Casa de Nucingen (1837), una excepcional nouvelle sobre el origen de las grandes fortunas financieras y «ciertamente –como ha señalado la crítica— el texto más venenoso de La comedia humana». Juntas, componen un fresco del poder económico en el París de la Restauración tan minucioso y representativo que, casi dos siglos después, ilustra asombrosamente los mecanismos de nuestras propias sociedades capitalistas.