Quiso don Francisco de Quevedo que El libro de todas las cosas y otras muchas más apareciera en 1631 como parte de un volumen titulado Juguetes de la niñez y travesuras del ingenio entre las Cartas del caballero de la Tenaza y La culta latiniparla. Es obra de apariencia festiva, mas el lector no debe pecar de ingenuo al considerar este libro como una sucesión de imágenes y chistes graciosos. Inocente en apariencia y estructura, esconde una ingeniosa, afinada y agudísima parodia -como suya— del género literario de moda que se había ido abriendo paso desde el siglo XVI en detrimento de lo que hoy llamamos novela: el de las colecciones misceláneas. De intención satírica más directa, aunque esta vez orientada contra el estilo culterano de Góngora y sus seguidores, cierra con la Aguja de navegar cultos, un soneto con estrambote y coda que ha quedado como modelo de burla antigongorina.