—Oh, oficial, ignore las primeras horas del video. No querrá verlo, se lo aseguro. Si lo llega a ver, romperé su cabeza.
—¡Oh, joder, Damon! —chillo, haciendo que mi garganta duela el doble. Aun así, no me importa, porque ya comprendo por qué dice aquello. Luego de colocar ese koala en el estante, nosotros nos toqueteamos y…—. ¿Por qué no me lo dijiste?
Me ruborizo a más no poder y me recuesto en la cama, tapándome los ojos por la vergüenza.
—Porque no me enteré hasta la mañana siguiente de que había una cámara