El mundo se nos presenta como un vasto complejo de servomecanismos, una “red” o telaraña que todo lo cubre. En ese conjunto, los seres que hablan tienden a perder sus diferencias a medida que se integran a él o se desintegran en él. El hombriguero resultante es un efecto de la técnica y está al servicio de un nuevo discurso, sustituto del discurso capitalista que, a su vez, sustituyó al discurso del amo tradicional.
En el discurso del amo el complemento era el esclavo: las sociedades regidas por ese discurso eran sociedades de soberanía. El discurso del capitalista produjo al proletario consumidor y, políticamente, las sociedades disciplinarias (Foucault). Actualmente asistimos al avance del discurso de los mercados con su correlato, las sociedades de control (Deleuze), que pretenden regular no sólo los actos y las palabras, sino también el deseo y los sueños.
Siguiendo una línea de investigación iniciada hace 35 años (Psicología: ideología y ciencia), el autor demuestra que sólo el discurso del psicoanalista (Lacan), capaz de conducir a la revelación del inconsciente, puede considerarse una opción frente a la desubjetivación.