Entendí que estaba atrapada: que todo lo que había esperado o deseado hasta aquel momento ya no tenía sentido. Que el mundo se había caído no sólo en general, como se había estado cayendo durante mucho tiempo, sino también para mí. Que nunca iba a ser igual y nunca iba a ser mejor. Pero entender eso me dio ganas de vivir: de hacer lo que fuera necesario para seguir viva, y no nada más viva con el cuerpo.