Los indios tsimshian, que también viven en la costa noroccidental del Pacífico, dicen que los cuervos distribuyeron por todo el mundo los peces y las frutas pero que les costaba encontrar alimento porque en el mundo no había luz. Entonces un cuervo voló e hizo en el cielo un agujero que conducía a otro mundo. El cuervo entró y vio a la hija del Señor del Cielo, que estaba sacando agua de una fuente. El cuervo se convirtió en una hoja de cedro y voló hasta el cuenco de agua. Cuando la princesa bebió, el cuervo fluyó dentro de su cuerpo. La princesa quedó embarazada y dio a luz al cuervo bajo la forma de un niño. El muchachito embelesó con su encanto al Señor y les robó a ambos la caja donde guardaban la luz del día. El cuervo retomó su forma originaria, atravesó el agujero volando de regreso a la Tierra y allí rompió la caja. En un instante surgieron el Sol, la Luna y las estrellas, y en la Tierra hubo luz, día y noche.