Escenario de guerra, la primera novela de Andrea Jeftanovic, nos entrega una historia construida a partir de los recuerdos fragmentados que recoge la memoria, imágenes, impresiones, sensaciones que se visitan bajo el imperativo de una ansiosa búsqueda de lo simbólico. Para ello, recurre a un lenguaje preciso, articulado en función de la frase breve: «Las cosas que mamá dice que no repita, las escribo en mi cuaderno para que no se me olviden. Voy anexando palabras que suenan bien entre sí, dibujando su significado con cuidadosa caligrafía». Sus descripciones caen como gotas de agua, mínimas, e inevitablemente horadantes. Nos cuentan en primera persona sobre las impresiones de la protagonista, una niña que abandona la voz infantil para hablar desde cierta vejez ancestral. Ella afirma: los hijos son el público preferido de los padres; y es que le ha sido asignado el papel de espectadora involuntaria de esa vida que pasa delante de sus ojos, que es la suya y también la de los suyos, en una enrevesada trama, donde los límites no son claros. Y aunque la niña crece, no deja de ser hija, descendiente, ni de estar atrapada en la red donde ha sido colocada por un azar implacable.
Andrea Jeftanovic convence al escribir (…). Claramente su escritura no ha optado por lo fácil y Escenario de guerra está lejos de ser un relato simplón sobre las penurias de lo femenino. Más bien, la escritora indaga en las estructuras de la identidad y con el soporte de una postura literaria, arma su puesta en escena.
Javier Edwards Renard
Revista de Libros de El Mercurio