El autor analiza el modelo de producción cultural contemporánea denominado “posmodernidad” que actúa bajo las premisas del capitalismo financiero. Así, algunas de las manifestaciones más sobresalientes de esta fase de posmodernidad pasan por el beneficio instaurado como principio único de la economía, la implantación de la especulación como cultura, la elasticidad absoluta del precio —ya nada vale nada, solo cuesta algo, provisionalmente—, y la primacía de lo anímico sobre lo racional, no solo en lo cultural sino también en la política. Estos cuatro discursos del imaginario social con los que el poder hegemoniza el espacio mental de la población permite mantenerla en estado de alienación y de incapacidad de contestación. La situación descrita configura un escenario desalentador que nos acorrala con una pregunta difícil de responder: ¿hemos de amoldarnos a esa nueva sociedad desechando valores que parecen obsoletos? Y, en caso de que la respuesta fuera negativa, ¿en ese nuevo escenario existe una forma de recuperación de esos valores?