Incluso el novelista comparte este miedo: uno siempre teme, nervioso, perder la idea que le acaba de llegar en un momento de inspiración. Northrop Frye, «rey filósofo» literario a quien yo debo lealtad, dijo que quien engendra un poema o una novela es más una matrona que una madre: la meta es poner al niño en el mundo con el menor daño posible; si la criatura vive, gritará para liberarse de «cordones umbilicales y sondas alimenticias del ego».