Pero es eficiente, administra negocios, persigue contadores, organiza eventos. Es la mano derecha de Moreno, el jefe, que siempre le agradece su entrega incondicional. Lleva varias semanas diciendo que si fuera un alcohólico perdido no podría trabajar.
Mientras él hace una defensa de su alcoholismo funcional, yo pienso en una clara evasión del problema. Las consecuencias del consumo son muchas, pero todavía no está listo para hablar de ellas.
Tiene problemas de deseo, dice aparentemente despreocupado. No se le antoja tener sexo ni tampoco masturbarse. Lo único que quiere es relajarse, que nadie lo moleste, dormir profundamente, olvidarse de sus problemas y, sobre todo, sentir. Porque la vida se le ha vuelto rutina y tedio. Porque lo que antes lo emocionaba se convirtió en indiferencia. Su mujer le parece una pesada que solo lo molesta y lo critica, sus hijos unos convenencieros que intentan complacerlo para que les dé dinero. “No me gusta verme al espejo, soy un gordo, siempre estoy hinchado”, se sincera.
Tiene una depresión importante y su solución fallida es el alcohol. Parece que así soporta mejor la carga en que se le ha convertido la vida. ¿Desde cuándo está así? ¿Hay historias de depresión en la familia? ¿Cuándo perdió la capacidad de disfrutar y divertirse sin beber? ¿Quién le enseñó el mecanismo de la evasión?
Toma pastillas para la presión y para el control de la ira. Y otra para poder dormir. Tuvo una infancia que describe como normal, nada extraordinario. Una madre dominante pero entregada. Un padre fiestero y bebedor. Una hermana fugitiva que siempre se las arregló para vivir a miles de kilómetros de distancia. Le tocó el tigre en la rifa, dice. Desde que empezó la adolescencia se convirtió en el compañero y protector de su madre y se sintió siempre obligado a
portarse bien, a ser el hijo bueno que repararía las ausencias del padre y de la hermana. Tiene un rol similar en la familia que formó. Es responsable, confiable, organizado, exigente, ordenado. La única puerta que conoce para relajarse y olvidarse de todo es beber. Es más: ama beber y no entiende por qué debería ser un problema si él no le falla a nadie ni amanece tirado en un callejón. Beber enciende su lado festivo, su alegría, su risa, su capacidad de abrazar, de disfrutar. Y también le apaga la memoria, los límites, el control de la agresión, la salud y la potencia sexual.
Lo escu