En los últimos años he notado cuánto influyen los cambios de luz en mi capacidad para ser sociable. En invierno me retraigo. En los largos días soleados que siguen, en marzo, abril y mayo, tiendo mucho más a buscar la compañía de otros, a sentirme alerta a la vista y los sonidos, los colores, las formas, el movimiento de los cuerpos, a otros olores que los de mi despacho o el apartamento. Si en los meses de frío me siento apagado, parece que la primavera me agudizara suavemente los sentidos.