El tiempo de la promesa

­lo. La promesa no es un discurso, es una acción. Se llegue a cumplir o no, es verdad por el solo hecho de haber sido dicha de verdad. A partir de ahí se abre un abanico de posib

La promesa no es un discurso, es una acción. Se llegue a cumplir o no, es verdad por el solo hecho de haber sido dicha de verdad. A partir de ahí se abre un abanico de posi‍

Si nos duele el futuro es porque nos aferramos al vago recuerdo de una promesa incumplida.

quien no dispone libremente de su voluntad no puede prometer nada a nadie.

Hacer una promesa es interrumpir el destino. Es afirmar con convicción una verdad que desafía el peso de la realidad.

Que, aunque nos ahoguemos en el sufrimiento, la felicidad es posible y está al alcance de la mano o de la pastilla siguiente.

delirio del ludópata es que, aunque pierda una vez tras otra, un día ganará mucho dinero. El delirio de todos los que vivimos bajo el capitalismo es que, aunque las cosas nos vayan mal, en algún momento pueden empezar a irnos bien.

Acumulamos la desesperanza, el delirio y el resentimiento de aquello en lo que creímos y que no se ha cumplido, de lo que compramos y no nos ha satisfecho, de lo que soñamos y ha quedado en el pasado.

Quizá toda promesa sea una forma más o menos aguda de delirio, una forma normalizada de la expresión delirante.

La exigencia de una promesa busca la declaración de un «te lo prometo» como expresión de una sumisión.