Los mineros habían hecho cuentas, habían probado sus fuerzas, y sobrecogido de terror a los burgueses con sus gritos pidiendo justicia. Así es que su derrota no satisfacía a nadie la clase media de Montsou, poco gozosa de su victoria, no se atrevía a darse la enhorabuena, temiendo que el día menos pensado se reproducirían las escenas terribles de la huelga, comprendiendo que la revolución no agachaba la cabeza y que los obreros simulaban paciencia y resignación sólo por tomarse el tiempo de organizarse convenientemente. Lo ocurrido allí era un empujón dado a la sociedad en ruinas, y los burgueses, que la habían sentido crujir, temían nuevas sacudidas desastrosas e incesantes, que echarían abajo este edificio, como los hundimientos de la Voreux acabaron con la mina y con toda la riqueza que ella encerraba.