«Me he lanzado a una empresa que poca gente ha intentado hasta ahora: contar las aventuras de esta lengua latina que tanto amo, de esta reina de las lenguas, desde sus orgígenes hasta nuestra época, en la que son muchos los que piensan que habría que abandonarla, declararla muerta y enterrarla. Me opongo rotundamente a estas personas y desmostraré que el latín no ha muerto ahora, sino que murió hace dos mil años y que esta muerte, si puede hablarse de muerte, le ha permitido gozar de una vida casi eterna.»Ya desde el prólogo de El latín ha muerto, ¡viva el latín!, Wilfried Stroh deja muy claras sus intenciones. Esta breve historia de una gran lengua se lee casi como un thriller, pero los especialistas en lenguas clásicas gozarán con la pluma ágil y afilada de este profesor emérito que consigue demostrar la utilidad del latín para conocer mejor nuestra historia y nuestra cultura… y para aprender otras lenguas. En un alarde de capacidad pedagógica, Stroh recurre a las citas más sabrosas para ilustrar su tesis y, con un entusiasmo que contagia, nos presenta a una multitud de escritores latinos, a menudo inesperados, desde los más divertidos (cómicos y satíricos) hasta los más serios (Cicerón, Newton, Karl Marx), pasando por los humanistas y los jesuitas. Este libro apasionante permite codearse por unos momentos con todos aquellos que hicieron inmortal una cultura y una lengua.