«Este cocinero deja por un rato los fuegos para narrar con lenguaje sencillo y honesto su íntima lucha, esa que debió pelear a los golpes y a lágrima viva, revelando al que le apostaba a perdedor que de ese ring lo bajaban muerto, pero no vencido. Di Cesare no escribe por victimismo narcisista, sino para afianzar la seguridad de quienes enfrentan ahora combates similares. Se arremanga, y exhibiendo orgulloso su no more excuses, muestra cómo sacó de las sobras de su vieja vida, una nutritiva vida nueva de concentrado y delicioso sabor.
De estas páginas no chorrea el almíbar del mainstream, donde “chefs” de forzado acento italiano se empecinan en referirse a la pasta en primera persona del plural. Di Cesare escribe cómo cocina y cómo vive: con el alma, con la cabeza, y con el producto vital de los ovíparos. Atreverse a su universo es aceptar que si sos infeliz, es tu culpa” (Pablo Laborde, Vil otoño del veintiuno).