Tan hermosamente compuesta, Cenicienta subió a la carroza, pero su madrina le recomendó, por encima de todo, que volviera antes de la medianoche y la avisó de que, si seguía en el baile un momento más, la carroza volvería a convertirse en calabaza; los caballos, en ratones; los lacayos, en lagartos; y los harapos volverían a ser harapos.