Las dificultades para el establecimiento de estructuras sociales, políticas e institucionales estables en España a lo largo del siglo XIX han tenido estrecha relación con la violencia que caracterizó al proceso revolucionario liberal en sus diversas etapas. La presente obra destaca los aspectos de orden político, social, económico y cultural que contribuyeron a la plasmación y al desarrollo de los diversos repertorios y arquetipos violentos, mostrando su origen, su justificación ideológica, sus componentes estratégicos, sus resultados prácticos y su difusión en el espacio y en el tiempo. También presta atención a los dispositivos (militares, milicianos, policiales, gubernativos, judiciales, legislativos…) de defensa del Estado, en su mutua interacción con los grupos que desafían su autoridad. Por último, aborda un análisis en términos comparativos con otros países de la Europa latina, como Portugal, Francia e Italia, sin olvidar el mundo colonial —especialmente el antillano— y otros espacios geopolíticos que tuvieron su incidencia en coyunturas más concretas. Con ello se trataría de aclarar que, lejos de tratarse de una singularidad española, la violencia política ha sido un ingrediente característico en la historia de las transformaciones que las sociedades occidentales experimentaron desde las convulsiones revolucionarias del último cuarto del siglo XVIII.