Celso, un joven pintor, es condenado a cuatro años de prisión por una violación que no cometió. A pesar de los contratiempos y las apariencias, siempre mantuvo su inocencia; y durante su estancia en el penal se recrea pensando en Beatrice (su musa y la causa de su condena): una adolescente caprichosa y sensual, de mirada diabólica y pícara; dirige el taller de pintura; reflexiona sobre la vida y mantiene largas charlas con Almudena, una psicóloga del penal por la que siente una atracción especial.
Consigue la libertad condicional a los tres años por buena conducta; expone con éxito sus cuadros; abraza la felicidad que deseaba y mantiene con Almudena una relación excelente. Germán, el director del centro penitenciario, también siente por Almudena una amistad entrañable que le hace pedirle a menudo su colaboración para determinar a qué internos se les debe aplicar la condicional. Pero la felicidad es efímera y una noche en la que Germán y Almudena han bebido más de la cuenta, todo se precipita y desemboca en un inesperado final en el que se confunden los sentimientos y las sensibilidades se alteran.