La voz sombra

La voz altera la temporalidad porque está condenada a quedarse en el presente para siempre.

El recuerdo de la persona genera una resaca, regresa a trompicones. Como si tratara de retenerla. Como para obligarnos a compartir ese recuerdo y, al hacerlo, obligarlo a que se quede a nuestra vera

Las personas tienen miedo de desgastar. Tienen miedo de desgastar su tristeza, cuando se trata de un ser querido. Mejor sentirse asediado por el dolor y la desaparición que rendirse al mundo del olvido y la ausencia generalizada. Un amigo conserva una cinta que contiene una grabación de la voz de su difunto padre, pero la escucha muy poco, por temor a desgastarla

Las personas tienen miedo de desgastar. Tienen miedo de desgastar su tristeza, cuando se trata de un ser querido. Mejor sentirse asediado por el dolor y la desaparición que rendirse al mundo del olvido y la ausencia generalizada. Un amigo conserva una cinta que contiene una grabación de la voz de su difunto padre, pero la escucha muy poco, por temor a desgastarla

Las personas tienen miedo de desgastar. Tienen miedo de desgastar su tristeza, cuando se trata de un ser querido. Mejor sentirse asediado por el dolor y la desaparición que rendirse al mundo del olvido y la ausencia generalizada. Un amigo conserva una cinta que contiene una grabación de la voz de su difunto padre, pero la escucha muy poco, por temor a desgastarla

Hubo un tiempo en que la gente intercambiaba mechones de pelo en señal de amistad. Conservar una parte del cuerpo de un amigo era lo más normal del mundo, una práctica que perduró hasta el siglo XX

En nuestros días, las huellas de una persona se conservan principalmente en soportes visuales. Aunque la voz forma parte de los vídeos, rara vez se nos ocurre conservarla por sí sola, separada de las imágenes.

La voz altera la temporalidad porque está condenada a quedarse en el presente para siempre. La voz real, por supuesto, pero también la voz grabada, que, cada vez que surge, se manifiesta inevitablemente en presente.

La voz altera la temporalidad porque está condenada a quedarse en el presente para siempre. La voz real, por supuesto, pero también la voz grabada, que, cada vez que surge, se manifiesta inevitablemente en presente.

Si decidiéramos vivir en todo momento con esa voz, con esa voz en concreto, escucharla sólo a ella, tenerla siempre resonando en nuestros tímpanos, ¿lograríamos olvidar la ausencia real del cuerpo que la acompañaba? ¿Comenzaría la voz a vivir una vida propia? ¿O, cuando menos, cambiarían de naturaleza esa ausencia y esa presencia? A fuerza de escucharla, formaría parte de mi cuerpo, acabaría habitando este cuerpo que es mío.