Que se abra ante mí el camino de mis lágrimas.
Porque ahora soy el artesano de mi alma.
No temo ni a las bestias ni a los hombres,
ni al invierno, ni al frío ni a los vientos.
El día que vaya hacia los bosques de sombras, de odios y miedo,
que me perdonen mis errores, que me perdonen mis yerros.
Yo, que no soy más que un pequeño viajero,
que no soy más que las cenizas del viento, el polvo del tiempo.
Tengo miedo.
Tengo miedo.
Somos los últimos Hombres, y nuestros corazones, llenos de rabia, no latirán mucho más tiempo.